¿QUÉ ES EL FRACASO?
A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a innumerables tropiezos y retos. Muchos de ellos ya sabemos que nos vamos a enfrentar en un futuro, como pueden ser los estudios. Pero otros aparecen de repente.
Desde pequeños nos han hecho creer que si tropezamos más de una vez, si no conseguimos algo a la primera o si estamos decaídos más tiempo de lo "normal", es porque hemos fracaso. Esto ha provocado que inconscientemente queramos conseguir todo rápido y de forma instantánea, y cuanto menos esfuerzo realicemos, mejor.
Pero tardamos en darnos cuenta de que esos tropiezos y esos retos que nos pone la vida sirven para darnos cuenta de nuestra capacidad de aguantar, de ser más valientes y más fuertes. Pero también nos sirve para darnos cuenta de que la vida no es tan fácil.
Deberíamos dejar de pensar en que estamos fracasando y empezar a pensar en la fuerza que tenemos. Además de ser realmente conscientes de lo afortunados que somos por tener a gente que nos apoya a nuestro alrededor.
Como alguien me dijo una vez, la vida son dos días que teneos que disfrutar al máximo. Aunque la vida nos ponga por delante retos y dificultades, tarde o temprano la calma siempre vuelve. Estoy segura de ello.
¿DESTINO O CASUALIDAD?
Nunca he sido de creer en el destino, eso eran palabras mayores para mí. Pero con el paso del tiempo y ganando experiencias, puedo decir que creo plenamente en el destino.
Sí. Creo que todo nos pasa por algo, que todo tiene una explicación y un porqué, aunque a veces no lo veamos de forma clara.
Recuerdo mi primera ruptura amorosa, en ese momento yo no quería saber nada del destino porque estaba totalmente destrozada y no entendía nada. Pero con el paso del tiempo, me di cuenta de que el destino me tenía preparado algo mucho mejor. Y así fue.
Recuero también uno de mis últimos percances. Cuando tuve el accidente del caballo, había tenido un ataque de ansiedad por el carnet de conducir, y de repente me di cuenta de que hay cosas mucho peores. tuve que pasar por una operación y su consecuente recuperación, para darme cuenta de que todo eso me iba a hacer mucho más fuerte, más valiente, e iba a valorar mucho más la vida. Y todo gracias al destino.
Por eso, puedo decir que no creo que existan las casualidades, pero tampoco creo que nuestro destino esté escrito en ningún sitio. Nosotros elegimos nuestros actos y tenemos que ser consecuentes con ellos. Pero creo que todo ocurre por algo, todo nos enseña una lección que nos ayudará en el futuro.
Así que sí, yo creo en el destino como si se tratara de una filosofía de vida, porque cada día lo tengo presente y eso me hace pensar, reflexionar y crecer como persona.

MI HERMANO
Me podría pasar horas, incluso días, hablando de mi hermano. Mi hermano es mi mitad, la persona que me completa y a la vez me complementa. Y es que llevamos literalmente toda la vida juntos, desde antes incluso de ser conscientes de ello, y por eso, tengo la suerte de haber compartido y compartir, todo con él.
Cuando digo que nos complementamos es porque siempre hemos sido muy distintos, como el sol y la luna. Él tan fiestero y yo tan casera, él tan extrovertido y yo tan tímida, él tan de fútbol y yo tan de baile (aunque también de fútbol), él tan de espontáneo y yo tan planificadora, él tan aventurero y yo tan miedica… y así podría seguir de forma indefinida. Pero al escribir esto me doy cuenta de que, con el paso de los años, tú, Sergio, has ido dejando un poco de ti en mí. Ahora soy un poco más extrovertida, un poco más aventurera, un poco más espontánea. Y eso es gracias a ti.
Aún recuerdo como si fuera ayer cada tarde que pasábamos juntos: cuando nos perdimos en el Pinarillo porque tú querías ver los caballos, cuando me rompí la muñeca y tú me tiraste una zapatilla, cuando jugábamos en casa a las palas, a juegos de mesa o con los playmobil, las
tardes en casa de Irene o cada vez que iba a buscarte al fútbol, llevándote la bolsa y con la cabeza bien alta porque quería que todo el mundo viera lo orgullosa que estaba de mi hermano.
Nunca hemos sido muy cariñosos, pero ya lo sabes todo: gracias por ser y estar todos los días de mi vida, por cuidarme, protegerme y ayudarme siempre como nadie ha hecho ni va a hacer nunca.
Gracias en especial por este año, nuestro año, ese que tanto tiempo llevábamos esperando, aunque no haya sido en las condiciones que nos hubiera gustado, pero ha sido juntos y eso está por encima de todo. Ojalá nunca te vayas de mi lado, porque, aunque no te lo diga mucho, te necesito como el aire para respirar.

UNA EVOLUCIÓN CONSTANTE
El 2018 ha sido uno de los peores años que he vivido a nivel personal. Siempre he sido muy exigente conmigo misma, poniéndome expectativas y metas muy altas que muchas veces no conseguía, y eso, claramente, provocaba que me frustrara mucho. Eso ha ocasionado también que sea muy exigente con los demás y que mis relaciones personales con familiares y amigos se vean perjudicadas, por lo que tenía que poner una solución.
Además, siempre he esperado mucho de los demás o que actuaran como yo lo haría en determinadas situaciones. Pero me he dado cuenta de que eso no es así y nunca va a ser así, porque cada uno somos de una manera, aunque me cueste verlo.
Estos pensamientos me han conducido a aislarme de las personas, a dejar de ser yo misma, a estar perdida en todo momento e incluso a no ser feliz.
Pero sin ninguna duda, este año me ha enseñado a quererme más. He aprendido a aceptar a los demás tal y como son, a disfrutar más, a valorar todo lo que me rodea, y sobre todo, a no preocuparme tanto por las cosas y pensar más en mi misma.
Gracias a un viaje que realicé a los campamentos de refugiados saharauis a principios de año, he conseguido cambiar mi mentalidad y tener mucho más claro quién soy y quién quiero ser.
Así que si algo quiero para este nuevo año es seguir cambiando y evolucionando como persona, quererme a mí misma, ser feliz (porque sí, porque me lo merezco), caerme y levantarme las veces que hagan falta.
Porque si nosotros no buscamos la felicidad y no nos queremos a nosotros mismos, nadie lo hará por nosotros.

APRENDER A PERDER
Desde pequeños nos han dicho que la vida es cuestión de ganar o perder, que los que no ganan son perdedores y que si no tienes éxito has fracasado.
Esos pensamientos nos los hemos acabado creyendo y hemos interiorizado la idea del fracaso y de ser perdedores en muchas ocasiones, provocando así frustraciones e infelicidad.
Pero lo cierto es que pocas veces nos hemos parado a pensar en si realmente estamos perdiendo. Porque deberíamos mirar en aquello que ganamos cada vez que alguien nos dice que hemos perdido.
Deberíamos pensar más en la valentía, la fuerza, las ganas que sacamos siempre. Porque esa es la verdadera victoria, no rendirnos nunca, ponernos objetivos e intentarlo hasta conseguirlo y aprender de todos los errores que cometemos, da igual las veces que los cometamos, lo importante es aprender.
Yo no lo llamaría perder, yo lo llamaría valentía. La valentía de aprender a perder.

EL PRINCIPITO
A veces nos centramos en cosas materiales, cosas que pueden tener un gran valor pero que no van más allá de lo material.
La verdad es que nunca me había parado a pensar en la conducta que tenemos hacia las cosas y a raíz de leer el libro "El Principito", me he dado cuenta de que poseemos muchas cosas, muchísimas, y muchas de ellas prescindibles y materiales.
Pero no tenemos que olvidar que tenemos muchísimas cosas con gran valor sentimental y que suelen ser inmateriales. Al final, nos tenemos que quedar con eso, con lo que es invisible para los ojos pero tan importante para nosotros, porque eso es lo que va a determinar nuestra personalidad y lo que nos va a hacer crecer como personas.
Deberíamos mirar más la belleza de las estrellas, apreciar una puesta de sol o un amanecer, la compañía, los viajes, los amigos, la familia, las risas, pero también las lágrimas.
Dejemos a un lado todo lo material, dejemos de dar tanta importancia a estas cosas para centrarnos en lo verdaderamente importante: lo que es invisible a los ojos.

SIMPLEMENTE TÚ
Nunca dejes de ser tú. Parece una frase muy típica y sencilla pero es increíble la de veces que sentimos que ya no somos lo que éramos o que no sabemos quién somos.
Por eso, cada vez que dudes de quién eres, párate a pensar en cómo has llegado a dónde estás hoy, párate a pensar en todo lo que te hace feliz, en tus metas, en tus objetivos, pero sobre todo, recuérdate a ti.
Porque no te conozco, pero estoy segura de que eres fuerza, valentía, alegría, atrevimiento, eres un desorden de esos que merece la pena tener. Eres esa persona a la que acudir cuando hay un problema o con la que compartir las buenas noticias, esa persona dispuesta a recorrer tierra, mar y aire para ser feliz y para hacer feliz a los que están a su alrededor. Esa persona que mil veces ha creído que se rendía y que todo lo malo le pasaba pero que ha seguido adelante sintiéndose afortunada de todo lo que tiene.
Esa persona eres tú y con eso basta.
Por eso, nunca dejes de ser tú, y si te pierdes, haz todo lo posible por encontrarte, por levantarte y sobre todo, por quererte y valorarte.

UN POCO DE AMOR PROPIO
Me parece increíble cuánto nos cuesta controlar nuestras emociones, el miedo a mostrarlas o cómo tenemos esa facilidad de querer y admirar a cualquiera menos a nosotros mismos.
Seguro que sabes de lo que te hablo, y es que seguramente tengamos más cosas en común de las que te crees.
Siempre me ha parecido fácil (relativamente) querer a alguien, a la familia, a los amigos, a personas especiales. Y admirar les por ser quienes son. Pero, al contrario, siempre me ha costado mostrar sentimientos hacia mí misma. ¿Qué a qué me refiero? Me refiero al amor propio, eso tan desconocido para mí.
Tenemos y tengo la mala costumbre de compararnos con los demás. Ya no solo con el físico. Que si yo soy más bajita, que si ella tienes el pelo más largo, que si yo tengo más curvas, si la otra persona ha aprobado y yo no, si ella tiene más y yo tengo menos.
Nunca me he gustado porque siempre me he puesto "pegas" a raíz de esas comparaciones, creando muchas inseguridades en mí que poco a poco fueron aumentando, llegando a ser extremadamente perfeccionista.
Pero ¿Sabes que te digo? Qué hasta aquí hemos llegado. Qué me he dado cuenta de que solo tenemos una vida, solo tenemos una oportunidad para ser felices y no lo podemos desaprovechar. Que la vida son dos días y no podemos (debemos) pasarlos lamentando algo.
Por eso, te pido que disfrutes, rías, llores de alegría, que no dejes nada para mañana porque no sabemos si habrá mañana. Te pido que aproveches cada oportunidad y cada momento, que disfrutes de tu familia y de tus amigos. Te pido que te caigas para levantarte con más fuerza, que aprendas a ser fuerte y seas valiente ante la adversidad. Te pido que te quieras a ti misma y te valores para que los demás lo hagan también.
Te lo pido yo, pero sé que en algún momento te darás cuenta de todo esto. Verás que llevo razón y pensarás que el camino y sus obstáculos han merecido la pena para conseguir tu objetivo.
Porque a lo mejor la vida es eso, darse cuenta de que todo depende del punto de vista, pero más aún depende del amor propio.
MIS PADRES
Nunca he sido muy cariñosa con mis padres, no he sido de darles muchos besos o de decirles cuánto los quiero. Yo he sido (y soy) más de hechos, de cosas tan simples como ayudarles cuando no entienden algo de las nuevas tecnologías, facilitarles las tareas de casa, de la compra o ayudar a la toma de decisiones.
Siempre he sido detallista con ellos, de hacer regalos hechos a mano. Esos que de pequeña piensas que no valen para nada y con el tiempo te das cuenta de que son los mejores y los que permanecen en el recuerdo. Fotos, viajes, cartas o momentos. Eso son mis demostraciones de amor.
Cuando dicen que los padres darían todo por sus hijos, no siempre somos conscientes de lo que eso significa. Y es que no siempre somos conscientes de lo que eso significa. Mis padres han estado cuando más lo necesitaba, cuando no quería seguir más, cuando pensaba en rendirme o cuando no tenía fuerzas. Ellos son los que me han hecho salir adelante y encontrar motivos para ser feliz y sentirme afortunada.
Yo también daría mi vida por ellos. Porque, como he dicho, he tenido mil bajones, lloreras. Pero ellos han sabido levantarme, apoyarme y quererme como nadie.
Ellos darían la vida por sus hijos, pero yo daría mucho más que eso. Y es que nunca podré agradecerles todo lo que han hecho y hacen por mí. Porque una vida se queda demasiado corta y como mejor lo puedo agradecer es a su lado. Siempre.

