ESTO NO HA ACABADO
- adrianalapluma
- 23 abr 2021
- 3 Min. de lectura
El termino "esclavitud" nos puede sonar lejano, incluso utópico. Pero no es así. En pleno siglo XXI sigue habiendo miles de personas que viven y trabajan bajo la esclavitud, con contratos y condiciones de vida infrahumanos y vergonzosos.

A pesar de que creamos que la esclavitud es cosa del pasado, esto no es así. Para empezar, tendríamos que tener claro cuál es el concepto de esclavitud: la esclavitud es una institución jurídica en la que una persona (el esclavo) es propiedad de otra persona (el amo). Por lo que se puede entender como una relación de producción.
La esclavitud se remonta a la Edad Antigua, y actualmente esta sigue existiendo de diferentes maneras como la trata de seres humanos, la servidumbre por deudas o el trabajo doméstico forzoso, entre muchos otros.
Deberíamos desmentir algunos mitos acerca de esto: por una parte tendríamos que saber que la esclavitud no solo se encuentra en países subdesarrollados o en vías de desarrollo como nos hacen creer, sino que se encuentra en muchos países de Europa, América del Norte, Japón o Australia, es decir, países desarrollados. Por ejemplo, las ganancias anuales más altas debido a la esclavitud del trabajo forzoso se generan en las economías desarrolladas y en la Unión Europea. Por otra parte, cuando pensamos en la esclavitud moderna no nos tenemos que centrar solo en la explotación sexual (es decir, la trata de mujeres y niñas para fines sexuales e intereses meramente económicos), que es lo que más se muestra en los medios de comunicación, ya que lo cierto es que hay otras muchas explotaciones que también son esclavitud como las relacionadas con el ámbito de la agricultura, pesca, construcción, manufactura, minería, servicios o el trabajo doméstico.
Además, cabe destacar que la esclavitud moderna es un gran negocio, atendiendo a un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se estima que la esclavitud moderna genera más de 150.000 millones de dólares al año, lo que equivale, aproximadamente, a la suma de las ganancias de las cuatro empresas más rentables del mundo.
Siempre habrá quien piense que esto no nos afecta a todos, pero lo cierto es que sí, ya que, por ejemplo, cuando las empresas se deslocalizan a otros países, el principal motivo es la mano de obra barata y con largas jornadas laborales, por lo que nos afecta en el mantenimiento del empleo de calidad. Otro forma de esclavitud más cercana a nosotros es el de las empresas que contratan a trabajadores por horas, personas que viven pendientes de una llamada telefónica para trabajar a cualquier hora del día o de la noche, que les garantice poder comer un día más, negándoles algo tan esencial como una mínima garantía de presente o de futuro y una mínima calidad de vida.
En definitiva, deberíamos interesarnos más acerca de los problemas actuales aunque no nos afecten de forma directa, para ayudar en la medida de lo posible a todas aquellas víctimas que están sufriendo, de diferentes maneras, esclavitud, sin recibir prácticamente nada a cambio y que continúan bajo amenazas y bajo un sufrimiento constante. Esto no se puede permitir en pleno siglo XXI, ni que perduren las condiciones de vida ya relatadas ni tampoco que estemos retrocediendo en cuanto a derechos laborales, y que hoy nos parezca normal lo que hace apenas 25 años era impensable. El conformismo nunca ha sido ni será el motor que haga avanzar a la sociedad.
¿Podremos conseguir cambiar esta inercia o seguirán prevaleciendo los intereses de los más fuertes?
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