¿HASTA CUÁNDO TENDREMOS QUE “¿VER, OÍR Y CALLAR”?
- adrianalapluma
- 23 abr 2021
- 3 Min. de lectura
Cada año, miles de personas huyen de El Salvador, Guatemala y Honduras por el temor que causan las maras, bandas violentas que siembran el miedo y que son victimas de la extrema pobreza y de los narco-estados.

Poner nombre y cara a una víctima nunca es fácil. Hace poco vi un documental de “Conexión Samantha” sobre las maras, aunque tengo que reconocer que no ha sido el primero que he visto sobre el tema. Hace unos meses vi un corto que lanzaron desde CEAR sobre un joven que huía de las maras, que le habían amenazado por no querer formar parte. No, poner nombre y cara a las víctimas nunca es fácil.
Geovanny fue uno de los muchos jóvenes atrapados en las maras del Triángulo Norte de Centroamérica, formado por Honduras, Guatemala y El Salvador. Uno de los lugares más peligrosos del mundo. ¿Por qué? Porque es el principal centro de operación de las maras, bandas criminales que atemorizan a la población a través de homicidios, amenazas, violaciones, extorsiones, tráfico de drogas o reclutamiento forzado de jóvenes.
Todos estos motivos suponen una causa de huida de dichos países para salvarse, así mismos y a sus familias. Por ejemplo, según La Vanguardia, casi 800.000 personas de Centroamérica cambiaron una o varias veces de residencia o huyeron de su país en el 2019. También, según datos emitidos por ACNUR, entre el año 2011 y el 2017, en todo el mundo solicitaron asilo más de 350.000 personas de Honduras, Guatemala y El Salvador. En España cada vez hay más peticiones de asilo de personas que huyen de estos grupos, aunque apenas hay resoluciones de asilo favorables.
En El Salvador operan la Mara Salvatrucha y la Mara-18, bandas rivales que se enfrentan constantemente. De hecho, el 65% de los efectivos policiales se dedican a su persecución. Puede resultar extraño que estas bandas criminales sean tan activas, pero teniendo en cuenta el contexto de pobreza, la falta de oportunidades, las débiles instituciones o los narco-Estados, los jóvenes recurren a estos grupos para obtener ingresos, reconocimiento social, protegerse de enemigos, vengar la muerte de un ser cercano o crear un sentimiento de pertenencia, un lazo familiar que les unirá siempre, para lo bueno y para lo malo.
Para formar parte de una de las maras tienes que delinquir, robar, violar, golpear o incluso asesinar. Sin embargo, el proceso de abandono es mucho más complicado. Una de las vías para dejar de formar parte es la conversión religiosa y el ingreso en una iglesia evangélica. Aunque, aun así, los ex pandilleros son vigilados de cerca por sus ex compañeros y ex rivales y sufren el estigma social por haber pertenecido a la banda criminal.
Este es el caso de Geovanny, un ex pandillero de la Mara Salvatrucha de El Salvador que intentó salir de ese tipo de vida y lo pagó con la muerte. Desde los nueve años vivió en la calle, sin recursos ni familia, por lo que se aferró a la única salida: pertenecer a la mara que le ofrecía techo y comida diaria. Al precio que fuera.
Sin embargo, con 25 años y 9 de ellos en la cárcel, comenzó a querer vivir de otra manera. Para cambiar de vida no tuvo facilidades ni por parte del gobierno, que no le proporcionaba ayudas, ni por parte de la mara que no le dejaba salir.
El Padre Toño, un cura español, fue el único que le dio una oportunidad. Acostumbrado a tratar con ex pandilleros y ayudarles en su reinserción, ofreció a Geovanny trabajar para él haciendo pan, hasta que, un par de años después, el joven apareció asesinado a balazos.
“Ver, oír y callar” es uno de los lemas de las maras y las personas que se niegan a colaborar con estas pandillas son sometidas a duras represalias: palizas, agresiones sexuales, desapariciones o incluso asesinatos. La muerte de Geovanny pudo haber sido una venganza por mostrar al mundo cómo operan las maras, incumpliendo el “callar” del lema. O también pudo haber sido una llamada de atención hacia el Padre Toño, que denuncia constantemente estas situaciones.
Mi pregunta es, ¿hasta cuándo se va a seguir “viendo, oyendo y callando” ante las atrocidades y torturas, ante una realidad que lleva años manteniéndose a base del miedo de la población que, además, vive en la extrema pobreza?
Comments