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LA HISTORIA SE REPITE

  • adrianalapluma
  • 24 dic 2018
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 23 abr 2021

Las crisis migratorias y los dramas humanitarios que conllevan, siguen estando a la orden del día. Sin embargo, cada vez son mas los discursos de odio que estigmatizan a las personas que buscan un futuro.


En los últimos meses ha aumentado la polémica con respecto a los inmigrantes africanos que han llegado a las costas europeas del Mar Mediterráneo y a todos aquellos que han saltado vallas como la de Melilla, y esto se debe a que muchos medios de comunicación nos “alarman” con estas llegadas, como si tuviéramos que estar alerta. Pero lo preocupante es la respuesta meramente racista que se muestra ante la acogida de estos inmigrantes, que suponen una mínima parte de la población española.


Muchas son las personas que huyen de sus países de origen, que huyen de la pobreza, la miseria, las guerras, es decir, la violación de los Derechos Humanos. Los más desgraciados vienen en pésimas condiciones, desnutridos, deshidratados, en pateras o barcas hinchables donde se apiñan cientos de personas, entre ellas niños, que buscan una oportunidad para vivir después de varios días a la deriva y, en ocasiones, tras varios meses o años fuera de casa, sin saber qué les deparará el mar o el futuro.


Cuando llegan a tierra firme, probablemente piensen que al fin están a salvo, pero no es así, aún les queda lo peor, ya que en muchas ocasiones se encuentran con un viaje de vuelta a su lugar de origen o los más afortunados tienen que pasar por la aceptación de la sociedad, por la acogida, esa acogida que no siempre llega o que no siempre es agradable porque se encuentran con frases como: “que se vayan de aquí que nos van a quitar lo que es nuestro”. No nos equivoquemos, mucho de lo que tenemos no es “nuestro”, sino que lo hemos conseguido con ayuda, con ayuda de otras personas, de otros países y en otros momentos de nuestra historia. Por otra parte, deberíamos dejar de hacer la vista gorda ante la violación de los DD.HH que se lleva a cabo por parte de los países desarrollados. Por ejemplo, sabemos que España vende armas a países dictatoriales, a países subdesarrollados, incentivando y apoyando las guerras sin promover ningún tipo de acercamiento hacia la justicia o la libertad, solo para saciar sus propios intereses. Y lo peor es que la sociedad ni se sorprende ni se escandaliza ante dicho suceso.


Y ya no solo es que no se les acepte en la sociedad, es que somos tan egoístas que miramos hacia otro lado, que nos da igual si vienen o si se mueren, porque es mejor pensar en nuestras privilegiadas vidas antes que ayudar a que otras personas tengan la misma suerte que nosotros.


Por otra parte, estaría bien que todos nos parásemos a pensar en qué haríamos nosotros en su lugar, o, mejor aún, qué hicieron nuestros antepasados. Porque sí, prácticamente todos nosotros tenemos algún antepasado que tuvo que emigrar en busca de una oportunidad. Se estima que en 1939 unos 465.000 españoles emigraron a otros países, principalmente a países europeos y sudamericanos, donde, mayoritariamente, fueron acogidos; pero fue en los años 60 cuando la emigración española se disparó a, aproximadamente, dos millones de españoles huyendo de la miseria.


Lo solución no es solo la acogida de los inmigrantes para ayudarles a tener una nueva vida, sino que no podemos consentir que en pleno siglo XXI haya países que no dispongan de Gobierno, por ejemplo, o que muchos países subdesarrollados sean países dictatoriales donde ocurren todo tipo de desgracias. La ONU (Organización de las Naciones Unidas) así como otras organizaciones e instituciones como la Unión Europea, deberían velar por la justicia y la prosperidad en todos los estados del mundo.


Dicen que la historia siempre se repite o que no aprendemos de la historia, y puede que lleven razón. Si a nosotros nos acogieron y nos ayudaron cuando buscábamos una oportunidad lejos de la Guerra, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros ahora? ¿Acaso somos mejores que ellos? No, todos somos iguales, a pesar de que muchos se empeñan en pensar que somos superiores (¿os recuerda a algo?). Como seres humanos que somos, debemos procurar poner de nuestra parte para cambiar este mundo racista y empatizar con estas personas que vienen en condiciones deplorables.


Afortunadamente, son muchos los voluntarios y ONGs que colaboran y ayudan a esta gente en esos momentos tan complicados. Pensemos que todos somos seres humanos, que todos debemos estar en igualdad de oportunidades y condiciones, todos tenemos derecho a tener una vida digna, y la obligación de aceptar la diversidad y de acoger a todos aquellos que no han tenido la misma suerte que nosotros. Así que no los veamos como invasores, veámoslos como personas desesperadas y pongámonos en su lugar.


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