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ORGULLO Y VERGÜENZA

  • adrianalapluma
  • 24 dic 2018
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 23 abr 2021

Hace más de 40 años que España decidió el aterrador futuro del Sáhara Occidental, cediendo la soberanía del territorio a Marruecos y a Mauritania a través de los Acuerdos de Madrid en 1975.


Hace más de 40 años que España decidió el aterrador futuro del Sáhara Occidental, cediendo la soberanía del territorio a Marruecos y a Mauritania a través de los Acuerdos de Madrid en 1975. A partir de ese momento, comenzaría la pesadilla para el pueblo saharaui, que sigue luchando para constituirse como un Estado independiente a través de un referéndum que nunca llega (pese a ser este un derecho reconocido por las Naciones Unidas).


Un gran porcentaje de este pueblo malvive en “la hammada”, que traducido al castellano es algo así como “el infierno”, una zona de desierto pedregoso donde no hay absolutamente nada, no hay posibilidades de cultivar ya que la tierra es inmensamente pobre en recursos. Este territorio cedido por el Estado de Argelia, es el destierro al que se ven sometidos tras ser expulsados de lo que debería ser su patria, el Sáhara Occidental, o lo que es lo mismo, la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática.


A pesar de seguir manteniendo la esperanza de volver algún día a lo que fueron sus pueblos y ciudades, y que se constituya de una vez por todas la anhelada RASD independiente, después de 43 años de exilio en pleno desierto, la paciencia de este pueblo está llegando a su límite. De este modo, el Gobierno Saharaui (aunque se trate de campos de refugiados, tienen su propio Gobierno, su Parlamento, y todas las instituciones propias de un Estado) está lanzando una ofensiva diplomática de concienciación a todos los niveles (institucional y ciudadano) para que este problema humanitario no permanezca en el olvido.


En este marco, junto con cargos políticos (de todo el arco parlamentario) y sindicales de Castilla y León, formé parte de la visita institucional que realizamos a los campamentos de refugiados entre el 16 y el 20 de marzo. Alojados en casas de acogida, y viviendo en primera persona todo tipo de escaseces y estrecheces, pude comprobar la inmensa hospitalidad del pueblo saharaui. Al mismo tiempo, visité un gran número de instalaciones oficiales (ministerios, Parlamento, Jefatura de Gobierno…), así como otro tipo de infraestructuras como colegios, guarderías, instalaciones de la Media Luna Roja, etc.


Pese a tratarse de un campo de refugiados, que comenzó siendo provisional y dura ya más de 40 años, puedo constatar que la organización social es como la de cualquier Estado. De hecho, el gobierno saharaui presta una especial atención a la educación y la sanidad como bases de su precario Estado. Cada Wilaya (pueblo) tiene su propio hospital, sus escuelas (infantiles y secundarias), incluso sus centros de educación especial. A pesar de todo, la escasez de todo tipo de bienes de primera necesidad, carecen de agua corriente y tienen luz eléctrica (no todos los campamentos) desde hace apenas 2 años, es alarmante. Debemos tener en cuenta que su principal fuente de abastecimiento es la solidaridad internacional y esta se ha visto reducida en los últimos años en más de un 50% debido al aumento de gobiernos conservadores y a la mal llamada “crisis económica”. Por lo que, las dificultades de su día a día son, realmente, angustiosas.


Volvimos todos, incluidos los representantes del Gobierno Autonómico, convencidos de que las instituciones españolas (responsables en gran medida de esta situación) pueden y deben hacer mucho más, directa (ayuda humanitaria) e indirectamente (presión y acciones concretas tanto en la Unión Europea como en la ONU), de lo que vienen haciendo hasta ahora para terminar de una vez por todas, con esta situación, que el pueblo saharaui vuelva al lugar del que nunca debió salir y que la Comunidad Internacional (incluido el Reino de Marruecos) reconozca a la RASD como un Estado independiente.


Por otra parte, tengo que destacar la importancia que para este pueblo tienen algunos programas, como por ejemplo, el programa de “Vacaciones en Paz”. Este consiste en que familias españolas acogen durante el verano a niños saharauis, evitándoles temperaturas de más de 50 grados en aquel inhóspito lugar, ayudándoles a evadirse, durante unos meses, de la pobreza, del paisaje desértico; haciendo que vean mundo más allá de los campamentos y mejorando su castellano. Desde hace ya muchos años, el pueblo español (al que ellos llaman el pueblo más hospitalario del mundo) mediante este programa, está llevando a cabo una inmensa labor social. Desde estas líneas, animo a participar en esta iniciativa. Para más información sobre esta, os podéis poner en contacto con la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Segovia mediante el correo segoviaconelsahara@gmail.com


En definitiva, tras ver todo esto en primera persona, he de reconocer que hay en mí un sentimiento contradictorio. Por un lado, siento vergüenza porque mi país, mejor dicho, mi Gobierno, aparta la vista ante este problema del que somos en gran parte responsables; y, por otro lado, me siento orgullosa de los saharauis (y de pertenecer a un país que ellos llaman, el más hospitalario del mundo), un pueblo con una gran dignidad, luchadores y supervivientes que siguen, sin bajar los brazos, peleando para conseguir la justicia y la libertad.

Adriana López García



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